domingo, 30 de marzo de 2014

Nunca digas nunca

Se me olvidó olvidarte. Tanto esfuerzo para nada. En medio de tanta amnesia fingida me relajé. Me venció el cansancio y la rutina. Y vuelves con tus "nunca digas nunca" a perturbar mis noches.

Se me junta el insomnio con los sueños. Sueño...despierta. La mirada perdida en la oscuridad y el corazón en la mano. Imaginando cosas que jamás sucederán; imágenes tan claras en  mi mente como las que veo con mis propios ojos, como una película muda. Y da igual si estoy despierta o dormida, el protagonista siempre eres tú.

A veces te invento; igual que se inventa una vida perfecta si te tocase la lotería, igual que se inventan las historias de miedo en las noches de tormenta, igual que se inventan los cuentos donde todos viven felices y comen perdices.

Majaderías de una loca que anda suelta, vagando por los rincones oscuros de mi propia cabeza. Peleando contra el reflejo de mis propios miedos, en una lucha que parece no terminar nunca. Como si no supiese hacer algo diferente. Mis majaderías.


viernes, 28 de marzo de 2014

Directo a las venas.

  
Vas directo a las venas, como el azúcar pero en salado. De sabor más bien amargo, como el limón que me quita el hipo, ácido...agrio. Necesario al fin y al cabo. Y cuanto más amargo, más escuece. Como las heridas en las palmas de mis manos: consecuencia de las caídas por correr demasiado.

Alguien dijo una vez que las prisas no son buenas, y no se equivocaba.

Es solo que a veces me aburre ver mi vida a cámara lenta, mientras el resto no hace más que acelerar. Y por más que intento controlar mi ritmo, siempre hay algo en el camino que me bloquea el paso. No puedo ir hacia delante, pero tampoco hacia atrás. Y me quedo estancada entre dos fronteras, igual que el agua sucia de un charco: aquello de lo que huyo y aquello que deseo. Pero no puedo alcanzar ninguna porque mis pies están enterrados en el fango. Igual que las raíces de un árbol, hundiéndose cada vez más centímetro a centímetro. Hundiéndose bajo el peso de las cosas que se me quedaron en el bolsillo.

Existe una fina línea entre lo que uno quiere y lo que uno necesita, y a veces nos cuesta distinguir cuando son dos cosas diferentes. Como en los besos que me dabas, que ya no se si es el antojo del momento o que los echaba de menos. No sabían igual... Pero tenían algo. Algo que me hacía querer más, algo que me encantaba. Y no quiero echarlos de menos. Ni a ti. Ni sentirme confundida, ni preocupada, ni celosa, ni triste. Ni sola aun cuando duermo acompañada. Pero tú no entiendes a razones. Eres como la droga, directo a las venas.

                                     

martes, 25 de marzo de 2014

Medias tintas.

Querer a medias no es querer. Es lo que más duele.
Conseguir lo que quieres y darte cuenta de que aun falta algo.

Como ese beso seco que a penas te roza los labios y te deja con ganas de más. Como un sorbo de agua en una botella casi vacía, que te moja la boca pero te deja más sedienta que antes. Sed. Sed de los besos que no cogiste. Besos de esos que se me quedaban colgando en los labios cuando te ibas. Sed que no me deja dormir.

Quizás solo sea mi cabeza, cansada de ganar con las manos vacías y perder con las manos llenas. Y es que lo bueno, rápido se echa de menos. Quizás solo sea mi cabeza, que cansada de no tener nada, lo quiere todo, y cualquier otra cosa me sabe a poco.Impaciente. Expectante de algo más que palabras que se quedan por el camino. Cansada de que me llamen loca cuando digo que se me quedaron besos en el bolsillo.

Y es en esas noches largas cuando el insomnio viene a mi cama a decirme que me quiere cuando más odio el hueco que guardaba para ti.

Pero no estoy loca. No esta vez.
Tú eres la veleta, el timón sin rumbo. Girando y girando igual que la aguja de una brújula, sin saber donde están Norte o Sur.
No soy yo quien ve fantasmas ni inventa historias. Tú eres el de los cuentos que quitan el sueño. Cuentos de los que nadie quiere oír el final porque no acaban como uno quiere, si es que lo hacen...
Y yo... yo soy la ingenua que se queda esperando a que vuelva aquello que tanto deseo y que he perdido...

Pero tú no vuelves.

Que si no me quieres me lo invento, igual que me invento mi suerte. Igual que imagino media vida cuando la realidad se me queda corta. Y si me prohíbes darte un beso porque piensas que te sobran, yo ya no los quiero, que en el bolsillo se me acumulan y se me atascan en la comisura de los labios cuando hablamos. Se los daré al viento, por si alguien los quiere.

Porque tu palabra vale lo mismo que una colilla en el suelo. Lo mismo que el barro que se te pega en los zapatos cuando llueve. Menos que los restos de gasolina que brillan en la carretera cuando hace calor. Menos que el humo de un cigarro al apagarse.

Y es que simplemente estoy cansada de recibir... a medias.