Voy cavando hondo y poco a poco voy haciéndome hueco. Con una cuchara como único instrumento, cada centímetro de tierra que avanzo convierte el pasadizo en algo más agotador y asfixiante.
Cavo como si mi vida estuviese en juego, escapando de una prisión. Mi propia cárcel. Solo mía.
Oscura, fría, solitaria y silenciosa... Excepto por las voces lejanas de aquellos locos que gritan cuando les abandona la cordura. Gritos sin sentido que no dicen nada, y que lo dicen todo.
Una celda sin rejas. Cuatro paredes de piedra dura y fría donde marcar los días de tortura.
Y aunque a veces me falte oxígeno, es la única salida. Si es que lo es... Si realmente lleva a algún sitio... A veces es un túnel, a veces un laberinto.
Es irónico como siendo libre puede uno sentirse encerrado, y como compartiendo barrotes puede uno sentirse libre.
Mientras tanto seguiré arañando y quitando arena, con las uñas si es necesario, esperando a que el túnel termine por fin... o se derrumbe conmigo dentro. Seguiré cavando y buscando el aire limpio, que me devuelva el aliento, o me lo quite.