Es el momento.
Ese momento en el que te dices a ti misma que necesitas seguir adelante con tus cosas, que tienes que dejar de pensar en él porque no ganas nada, y que te sirve únicamente para hacerte daño y preguntas estúpidas:
¿Cuál fue el fallo? ¿Le agobié demasiado? ¿Debí haberle tratado diferente? ¿Vi algo que realmente no había? ¿Todos esos momentos me los inventé?
O simplemente para desear que las cosas hubieran sido de otra manera... Haber tenido más tiempo para demostrarle que quizás sí que valía la pena arriesgarse a sentir algo, que valía la pena dejarse llevar... Que YO valía la pena.
Y es ese momento precisamente porque te acuerdas demasiado de él. De esos momentos que fueron para uno más que para el otro. Esos momentos en los que sabes, sin dudarlo ni un segundo, que él también se dejó llevar... Es ese momento, porque te preguntas una y otra vez cómo fue tan estúpido de tirarse piedras a sí mismo y después alejarse corriendo, en vez de elegirte a ti.
Es ese momento, pero...¿Cómo te obligas?
¿Cómo te obligas a olvidar algo que se acabó antes de empezar? ¿Cómo te obligas a acabar algo que nunca empezó? Algo que no debía significar nada.
¿Cómo te olvidas de aquello que has idealizado, deseado e imaginado cada noche antes de dormir? Lo primero al levantarte y lo último al acostarte.
Una brisa en tu mente que cada vez que sopla te regala una media sonrisa, te deja la mirada perdida y la imaginación te recorre el cuerpo entero hasta ponerte la piel de gallina y los pelos de punta.
Algo que ya no existe, pero sigue estando ahí. Aunque sigas teniendo miedo de encontrarte con el y de que se te salga el corazón por la boca al verle.
Es ese momento, sobretodo, porque te sigues engañando... pensando que debió sentir algo más que "nada", que debió sentir "algo".
¿Cómo te obligas a olvidar algo que no sabes si es tu pasado o tu presente?
¿Cómo te obligas, incluso sabiendo que él no siente lo mismo?
Te obligas porque es el momento. El momento de dejarle ir.