Será que hoy estoy sensible. Será que no tengo un buen día, ni una buena semana, ni un buen mes... Será que al acordarme de ti se me despiertan las lágrimas. Pienso en la injusticia, la muerte, Dios, el dolor, la falta y el tiempo, que me hacen un nudo en la garganta.
Ha sido ver tus fotos y sentirte al lado... como cuando me sentaba contigo en el sofá y nos dormíamos la siesta abrazados. Como cuando jugaba con tus manos, morenas y arrugadas de tanto trabajar. Como cuando me hacías de rabiar y metías mi mano en el plato manchándomela entera... Lo que daría por que lo hicieses otra vez.
Me acuerdo de tus meriendas de melón y sandía mientras veías las películas del oeste, del día que me quitaste mi primer diente de leche, de los Phosquitos que me comprabas y que todavía hoy me sacan una sonrisa porque recuerdan a ti.
De tu colonia; esa que te ponías los domingos después de afeitarte mientras miraba embelesada cómo te recortabas el bigote.
Me acuerdo de esos ocho bolos, y sobre todo, me acuerdo de esa última nochevieja. De ti. De tus ganas de vivir.
Siempre me imagino cómo hubiesen transcurrido todos estos años que te llevo echando en falta, la de veces que me habría enfadado contigo por no dejarme salir, la de castigos que me habría llevado, y también alguna torta que otra. Lo que hubiese sido crecer contigo.
Lo diferente que sería todo... Cómo sería no tener este vacío, este agujero en el pecho.
Porque el día que te fuiste, algo de mí se fue contigo.
Y solo quiero que sepas que hubiese cumplido mi promesa.