A veces las cosas no tienen sentido. Y a veces las personas tampoco. Ni tú, ni yo, ni el resto.
Os pasáis el día como el perro y el gato, en lucha constante por ver quien aguanta más la batalla de silencio. Hasta que uno de los dos cae; normalmente tú... Llegas con los brazos extendidos en busca de caricias hacia él...pero se mantiene firme y frío. Vuelves a tu rinconcito, arrastrando rabia y con el orgullo herido, y planeas la revancha... venganza de sentimientos, ataque rencor y coges cualquier arma a tu alcance...
Y la usas.
Vaya que si la usas... La desgastas.
Y ahora es él quien viene a acurrucarse... con la boca llena de halagos, pero tú no caes. Porque ya te conoces la historia. Tanta palabrería te nubla la mente. Es mejor no escuchar.
Al final del día ya no se sabe quien es el gato y quien el perro. Quien dijo qué y porqué lo hizo. Si hiciste mal se te olvidó pedir perdón y si hiciste bien solo parecía interés.
Al final del día la confianza ya no está, y el silencio es lo único que se oye. Os evitáis el uno al otro mientras una voz en vuestra cabeza os grita lo contrario. Pero tú tienes que aguantar, porque tienes que ser el fuerte. "Que venga si quiere" piensas...
Y así señoras y señores, es como se joden las cosas sin sentido. Las buenas cosas sin sentido.