viernes, 15 de noviembre de 2013

Juguetes viejos.

Es un sentimiento extraño.

Como de juguete viejo, usado y raído, castigado en un rincón y olvidado durante años en un desván mientras coge polvo. Abandonado entre cajas y muebles que nadie toca desde que se pusieron allí. De vez en cuando un rayo entra por la ventana iluminando aquel trasto viejo un par de horas, dejando ver que la suciedad no es más que polvo que se acumula alrededor.

Es...

Como cuando te sientes a gusto en un lugar, pero tienes que marcharte, y al volver años después te das cuenta de lo diferente que es. Y aunque sientes que perteneces a ese sitio, y le tengas cariño, te encuentras fuera de lugar. Quizás porque tú también has cambiado.

Como si vieras el mundo a través de una burbuja, donde todo cambia constantemente. No puedes salir, y nadie puede entrar. Pero observas como todo lo que te rodea sigue cambiando con el paso del tiempo. El mundo no deja de girar, el sol no deja de salir, y la luna no deja de esconderse. La gente no deja de enamorarse, de caminar, ni de respirar. Nada ni nadie fija la vista en tu caja de cristal, mientras tú sigues atrapada dentro. Inmóvil. Sola, tú y tus pensamientos. Tus miedos, tus monstruos, tus demonios, tus pecados, tus frustraciones y tus imperfecciones. Sobre todo éstas últimas. La mejor compañía. Y como si cada uno respirara por sí mismo se te va acabando el aire, ahogándote, durmiéndote por la falta de oxígeno...

Es un sentimiento extraño.
Pero el mundo no deja de girar, el sol no deja de salir, y la luna no deja de esconderse.