De todas esas las veces que pude marcharme, siempre decidí quedarme. Siempre, menos hoy.
Hoy me doy cuenta de que el problema era yo: por no querer ver. Por no dejar ir algo que yo creía que me pertenecía cuando en realidad nunca había sido mio. Aunque había estado cerca. Una falsa sensación de tener el mundo a tu alcance, esperando a que tú decidas cogerlo. Pero falsa al fin y al cabo.
Hoy me doy cuenta de que estoy exactamente donde tengo que estar, aunque haya perdido muchas cosas en el camino. Aunque una de esas cosas fuese yo misma, una parte de mi que no voy a recuperar, de momento...
Y sobre todo hoy me doy cuenta de que no merece la pena estar luchando en una guerra que no es la mía.
Ahora deambulo sin rumbo, abriéndome paso entre las balas. Con mi traje de "no me importa" recién estrenado. Peleando si hace falta a base de mordiscos en medio de la oscuridad de tantas noches de insomnio. A ver quien es el próximo que tiene coraje de quitármelo, o al menos, de intentarlo.

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